Escuela náutica en Gijón. Es el mismo fenómeno que ocurre cuando nos encontramos ante una hoguera. La mente se concentra en la consecución de sus llamas, sus colores, la evolución de sus materiales en plena transformación, y podemos quedarnos absortos durante horas concentrados en esa fuente de luz, calor y aparente destrucción. En este caso quien sabe si los miles de años pasados por la humanidad al amparo y calor de un fuego en la entrada de una cueva, también han mutado nuestros genes. https://www.youtube.com/channel/UCUQikst1xDKzssnEeM8gvog/videos
De una u otra forma, la mar en si misma no deja impasible a nadie y cuando se tiene la posibilidad de interactuar con ella, se acoge con infinito júbilo en la mayoría de las ocasiones. Nada más hay que ver a los niños jugando a la orilla en una playa. Sus cuerpos pueden acusar un frió intenso, pero no dejan de hacerlo hasta que alguien les convence o indica lo contrario.
A medida que nos desarrollamos, conocemos que esa inmensa superficie de agua es siete veces más grande que la tierra y algunos nos preguntamos si el verdadero nombre de nuestro planeta debería ser Océano. Pronto entran en conflicto el instinto y las informaciones sin suficientes datos: pozos en la arena… ahogados… tiburones… medusas… y también se crea una gran confusión entre el instinto y las leyendas llegando a la conclusión de que: la mar es incierta y traicionera. https://www.escuelademarasturias.com/titulos-nauticos/
Escuela náutica en Gijón. Al mismo tiempo las películas de piratas, de cruceros, de adinerados con barcos, gente de éxito con yates, importantes descubrimientos, grandes marinos, reportajes del mundo submarino… van forjando una idea de como debe de ser el uso y disfrute adecuado del medio náutico. Y por eso, cuando ya somos personas adultas y se cruza en nuestro camino la posibilidad de acceder a la mar en sus diferentes facetas, no lo dudamos y nos mostramos entusiastas de la iniciativa. De nuevo aflora el instinto.