Escuela náutica en Gijón. De nuevo la quilla se sumergió y nos encontramos a flote. Tras comprobar que todo estaba en orden y que no había ninguna vía de agua, las eslingas que aún abrazaban la obra viva del barco lo liberaron. De inmediato arrumbamos a Marsden Cove, punto donde se encuentran las autoridades y efectuaríamos la salida oficial del país. Bajo una leve brisa recorrimos las 10,5 millas que nos aproximaron a las inmediaciones de la marina. https://www.escuelademarasturias.com/titulos-nauticos/
Durante los últimos días muchos navegantes, al igual que nosotros, preparaban su zarpe por lo que en previsión de no encontrar atraque en los pontones destinados a tránsito, decidimos fondear en el exterior de la marina. Mientras Guillermo se quedaba a bordo comprobando que todo funcionaba correctamente, me dirigí a efectuar los trámites burocráticos, para obtener la documentación de salida. Tras ello, y con el bote auxiliar arranchado en la cubierta de popa boca abajo, levamos el ancla y partimos hacia el siguiente destino, las Islas Fiyi.
Escuela náutica en Gijón. Según nos acercábamos a la desembocadura del río fuimos espectadores de como dos veleros que nos precedían hundían sus proas en el oleaje formado como consecuencia de la corriente de marea vaciante y el viento de componente sur que soplaba justo en la proa. Este iba arreciando acompañado de puntuales rachas que llegaron a alcanzar los cuarenta y ocho nudos, mientras la cubierta del Tin Tin era barrida por las olas. Por delante teníamos una travesía de más de mil cien millas y comprobamos que no habíamos acondicionado el barco para ella.
Nuestras mentes estaban amoldadas a los trabajos de varadero, y lejos de adecuar el barco para una larga travesía, lo único que habíamos preparado a conciencia era la botadura. De ello nos percatamos cuando nos vimos inmersos en aquellas aguas tumultuosas y embravecidas. No habíamos colocado la línea de vida, ni puesto las tapas de temporal en los manguerotes en previsión de fuerte oleaje. https://www.youtube.com/channel/UCUQikst1xDKzssnEeM8gvog/videos
Escuela náutica en Gijón. Poco a poco y con el motor revolucionado para hacer frente a la mar, doblamos Marsden Point y la situación pareció mejorar al tomar el viento y recibir la ola por la aleta de estribor. En un principio pensamos que la mar formada en la bocana de la ría era solamente consecuencia de un viento fuerte en contra de la corriente de marea, pero no era así. En mar abierto las condiciones eran las mismas. Con solo un tercio de génova expuesto al viento, el Tin Tin alcanzaba una velocidad entre los siete y los ocho nudos. Navegaba de forma endiablada y para impedir sus ansias de orzada cuando era arremetido por una gran ola por la popa, izamos el tormentín en el estay de trinqueta y lo cazamos duro en crujía, de esa manera el propio viento se encargaría de mantener la proa hacia destino.
Pero había algo no iba bien, al piloto automático principal le costaba controlar el rumbo del barco. El viento se estableció entre los treinta y treinta y cinco nudos y el piloto corregía acompasado con la dirección de cada bandazo que daba el barco sin “sujetar” el timón correctamente para mantener el rumbo. Guillermo comenzó a trimar velas una y otra vez con el propósito de equilibrar el barco, pero no había manera, el rumbo era exageradamente sinuoso.